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lunes, 25 de abril de 2011

LA LECHE – INOCENTE VENENO

Por: John Pulgarín
“Se aprende de los errores pero se pierde tiempo, con los mismos de siempre”.
En nuestras vidas cometemos demasiadas y tan variadas estupideces, tanto y tantas veces, que terminamos acostumbrándonos a ellas. Últimamente he aprendido que las cosas que creía establecidas para mi vida eran quebrantables. Y me he dado cuenta de que la evolución, siempre rompe con los esquemas que eliges voluntaria o involuntariamente, durante éste paso por el sistema cosmogónico.
Tengo amigos nutricionistas, y me da pánico pensar que grandes porciones del conocimiento humano que se gestan y difunden en las universidades, estén tan erradas y tan solidificadas históricamente, que no podemos ver realmente el daño que nos está haciendo a futuro, al afirmar ciegamente, que algunas cosas son tan ciertas, como que existimos (En relación a los alimentos).
El caso que traigo ahora es el del “Inocente alimento”, llamado “Leche”. Para la gran mayoría de los occidentales, “El elixir de la vida”. “El rejuvenecedor de la piel”. “El concentrado alimenticio perfecto”. “El alimento por excelencia”.
A menudo sucede, que creemos en todo lo que los medios nos dicen, la sociedad, los amigos, nuestros padres y abuelos; “de generación en generación”. Y me pregunto, ¿Cuándo se enciende el interruptor, que te obliga a pensar más allá de lo que puedes ver o escuchar?, ¿Cuándo decidimos no creer en todo lo que nos dicen?
Vivimos anestesiados por los medios de comunicación: se habla de masacres en las noticias, y luego se pasa a la sección de deportes y de farándula. Creo que los humanos necesitan drogarse continuamente con esta basura, para poder “disfrutar” de la vida.
En mi caso no sé cómo ni porque sucedió, pero me alegro mucho de que esté pasando. Mi amor por los animales, despertó algo dormido en mí. He descubierto a una nueva raza de seres humanos, trabajando en pro de otros humanos y de cualquier otra especie que habita nuestro mundo. Y estoy seguro de que me han ayudado a evolucionar de una u otra forma, sencillamente porque decidí creer en mí mismo; y no en lo que los demás piensan y dan por hecho. Perdemos mucho tiempo valioso e irrecuperable, dejándonos llevar por el ¿Qué dirán?, y cuando ya hemos recorrido un largo camino, nos damos cuenta que fuimos engañados durante mucho tiempo.
Es una verdad innegable, de que el amor por los débiles, nos vuelve más humanos para con nuestra propia especie; sean animales o personas las que se debatan a diario entre la vida y la muerte. Y es satisfactorio pensar, que el ser humano, además de su capacidad destructora, también tenga una capacidad increíble, para arreglar los estragos de sus congéneres. Somos como abejas obreras en un panal lleno de "Zanganos".

Existen dos caminos para llegar a la verdad: Uno es Creer, y el otro No creer.
Pero en el fondo sabemos que solo hay uno correcto. El problema es saber cual. Y ahí juegan nuestros instintos.
Es verdad que la ciencia se ha equivocado muchas veces, y lo sigue haciendo. No existen postulaciones concretas sobre los hechos que conducen a la verdad absoluta. Pero… No nos digamos mentiras. Cuando hay algo que huele mal, sabemos inmediatamente que no está bien.
La leche de animales, durante siglos ha sido nuestro alimento básico ideal. Pero…¿Y si en realidad fuese un veneno mortal, ingerido voluntariamente, solo porque los dueños del conocimiento lo postularon como tal?
En el siguiente documento, elaborado por “Personas de la otra ciencia”, descubrirás porqué, la leche es uno de los peores venenos, que pueden existir en nuestros días. La cuestión es: Creer, o no creer. (ser o no-ser)
Introducción:
“El ser humano es único en la naturaleza por múltiples razones destacando entre ellas el hecho de que se trata del único mamífero que ingiere leche procedente de otro animal pasado el periodo de lactancia. Y lo hace a pesar de saberse que la leche que produce cada mamífero es específica para su especie y que la naturaleza la ha hecho idónea para las necesidades de su cría y no para las de otra.
Es más, la madre Naturaleza previó que los mamíferos -es decir, los animales que maman- obtengan la leche directamente de las mamas de sus madres sin contacto con agente externo alguno ya que se trata de una sustancia que se altera y contamina con gran facilidad. Los humanos, sin embargo, en el convencimiento de que es sano seguir tomándola siendo ya adultos hemos alterado hasta las leyes de la naturaleza para poder mantenerla en condiciones adecuadas de consumo.
Y, sin embargo, son muchas las evidencias que indican que tan preciado líquido está detrás de muchas de las dolencias que hoy nos aquejan”.
De hecho, a partir de los 25 años, momento en el que se detiene el crecimiento, parece ser que el aporte de calcio no es de gran utilidad para nuestro organismo. Mucho más allá, se ha demostrado en un amplio estudio publicado en el American Journal of Public Health en 1997, hecho en más de 77000 mujeres en doce años consecutivos, que los aportes extras de calcio de la dieta para prevenir la osteoporosis en adultos no reducen el riesgo de fracturas o de osteoporosis. Este es el mayor estudio prospectivo a nivel mundial, el Nurses Health Study, y demuestra por tanto que la ingesta de calcio extra, por la leche o la dieta, no tiene mucha utilidad para reducir la fragilidad ósea a partir de cierta edad. La clave para reducir el riesgo de fracturas parece estar más relacionada con la práctica de ejercicio físico moderado, el mayor consumo de vegetales y la reducción de la ingesta de sodio y proteínas de origen animal, según dicho estudio.
Otros aspectos a valorar son las frecuentes alergias infantiles a las proteínas de la leche de vaca, así como los más frecuentes casos de intolerancia a la lactosa, el azúcar de la leche, que se calcula padecen el 70% de la población mundial. Estas personas tienen una deficiencia en la formación de lactasa, la enzima que digiere la lactosa en el intestino, por lo que la lactosa no digerida genera síntomas como malestar abdominal, flatulencias, etc. No es un trastorno grave, pero bastante molesto para los que lo padecen. Su tratamiento es simple, evitando la leche y sus derivados.

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